Latinoamerica, hija de culturas. Nuevo pensamiento
Lo
latinoamericano ha estado definido, en gran medida, por el estatus de la región
como un cúmulo de culturas y poblados de “tercer mundo” por el pensamiento
extranjero y sus influencias. Sin embargo, lo opuesto es cierto igualmente:
pensamiento extranjero lo suficientemente empapado de las ideas de estas
tierras que cambia la perspectiva previamente establecida. Es algo innegable,
puesto que incluso en este mismo curso de “Filosofía Latinoamericana” hemos
estudiado el pensamiento de personajes nacidos en España que, al vivir durante
la época de “exploración”, conquista y colonia, se vieron en constante contacto
con el pensamiento de los pueblos originarios de la región.
En primer lugar,
tenemos a San Bartolomé de las Casas, un pensador, religioso y “activista de
los derechos de los indígenas”. Por impresionante que sea, las cosas que se
enseñan de él a un nivel básico o diversificado (al menos en mi experiencia)
son muy diferentes a las que se descubren al estudiarlo a profundidad. (…) La
conclusión a la que llegamos en que Sepúlveda defendía una “guerra devastadora”
y De las Casas defendía una guerra, simplemente más “justa”, pone en
perspectiva la polarización e influencia del patriotismo español y la devoción
a la iglesia en una época donde se criminalizaba a aquellos fuera de ella, para
un pensador tan hablado y estudiado como San Bartolomé.
En un ámbito
similar se encuentra Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Un explorador y sobreviviente
de un naufragio en una expedición española en el año 1527. Luego de su
naufragio vivió entre indígenas que lo tomaron como prisionero y luego como
aprendiz de sus curaciones. El tiempo que vivió entre los indígenas le permitió
alcanzar cierta iluminación y misticismo con conocimientos ajenos a la cultura
en la que nació.
Son dos cosas
que rescato de este cronista con más fervor que otras: la primera, que a pesar
de las cosas que vivió y conocimientos que adquirió de la mano de aquello que
en algún momento despreciaba con palabras del tipo “Y hablo porque soy más
humano que vosotros, porque tengo un mundo y un Dios” (Echeverría, 1991). En
segundo lugar, la narrativa de su crónica Naufragios. La forma en la que
escribe y relata lo sucedido en su vida durante esa época es muy distinta a las
narraciones de otros cronistas de su época, como Bernal Díaz del Castillo o
Hernán Cortez. A diferencia de estos cronistas, no fue simplemente una recopilación
y reporte de batallas y conquistas exaltadas para la aprobación del monarca; la
obra de Cabeza de Vaca fue un relato (relativamente) honesto de los sucesos que
atravesó estando en territorio americano. Citando a de la Vega: “Aquí (en Naufragio)
no se aprecia un afán de reconocimiento, sino una valorización empírica de lo
acaecido, lo que le da una riqueza expresiva.” (de la Vega, 2020).
Cabeza de Vaca
es un claro ejemplo de cómo las influencias de pensamiento pueden modificar, ya
sea la forma de pensar o el comportamiento de las personas. Sin embargo, cuando
tuvo la oportunidad de volver a integrarse a una sociedad española la tomó. Esto
puede considerarse evidencia del arraigo que existe con la identidad, incluso
la dependencia a estos constructos como la raza o castas.
Y, ¿por qué
hablar de estos dos autores de esta forma? Creo pertinente el analizar la
fluctuación e influencia que el pensamiento y la filosofía sufren al hacerse
acreedoras de nuevos datos y conocimientos. Incorporando lo que se ve en la
película con este análisis es interesante observar como una persona es reacia a
los cambios, pero eventualmente puede adaptarse a él e incluso prosperar en él,
aprender de él y ganar una nueva perspectiva de la vida, de quienes le rodean.
El ejemplo sobre
San Bartolomé es similar, únicamente más personal: este pensador se me había
presentado como un devoto e inamovible activista por los derechos de los
indígenas, alguien que genuina y abiertamente se oponía a los tratos e
invasiones españolas al territorio. Sin embargo, aprendiendo un poco más a profundidad
de él llegué a comprender que, en pocas palabras, lo único que defendía era el
derecho de los indígenas a defenderse de dichas invasiones. A pesar de todo
estaba a favor de la guerra, simplemente figuraba una guerra “regulada” o “más
justa”. Visto desde el punto tecnológico-militar, la única forma en que se
diera esa “guerra justa” era proveyendo a ambos bandos de las mismas armas y capacidades;
algo que ningún ejercito con la ventaja haría en ninguna circunstancia. Bartolomé
se veía influenciado por las ideas de conquista y nacionalismo español; a pesar
de ser un hombre de Dios, de cierta forma “permitía” la violencia siempre y
cuando estuviera justificada en la religión, ignorando por completo el mensaje
central de Amor al prójimo predicado en el Nuevo Testamento.
Por otro lado, queda
evidenciado en la narrativa de Cabeza de Vaca y en los trabajos posteriores basados
en la misma, esta adaptabilidad previamente mencionada da a entender que puede
devenir las ideas y perspectivas en función de su entorno.
Ambos ejemplos
evidencian la posibilidad de ser influidos por el pensamiento externo, una idea
o alteración de las corrientes de pensamiento puede repercutir en las filosofías
de las personas, de comunidades, de una cultura completa.
Esta posibilidad
de influencia plantea preguntas: ¿realmente se puede cambiar de pensamiento?
¿Existe realmente la Filosofía Latinoamericana? ¿O solo es un cúmulo de ideas traídas
del pasado? ¿En qué punto empieza lo nuestro y se acaba lo inculcado?
Es inevitable,
como latinoamericanos, deslindarnos del pasado violento que se vivió en estas
tierras. Nuestros ancestros se vieron implicados en estos conflictos, su
sufrimiento dio a luz a un nuevo concepto y valorización humana con nuevas
ideas y perspectivas. La Filosofía Latinoamericana nace de esta colisión de pensamientos,
de las faltas y ligeros aciertos de este encuentro y de la misma filosofía y
cosmovisión de cada una de aquellas sociedades separadas por un mar. Me es
curioso cuanto menos, la forma de estos pensamientos de regir vidas y modificar
destinos.
.
Buen tópico ese de la conversión o la apertura al aprendizaje de la otredad, que luego no resulta tan ajena. Sobre todo atándolo a las posibilidades del pensamiento filosófico latinoamericano en cuanto uno que conjuga distintas perspectivas y elementos. Toca seguir pensando en cómo podemos hoy en día entender los encuentros culturales, quizá emulando algo de Las Casas y Cabeza de Vaca.
ResponderEliminar*Bartolomé de Las Casas no es santo. ;)