Texto crítico 1
Tejiendo pensamiento entre los entramados coloniales y palabras de claridad
Pensar filosóficamente
desde estos territorios denominados oficialmente como “América Latina” resulta,
en gran medida, complejo. Esto se debe, principalmente, a que los tejidos de
nuestras sociedades están profundamente marcados por los vestigios del
colonialismo, que no ha dejado de actualizar sus entramados de modo constante.
Sensibilizar el quehacer filosófico implicaría que nos interesemos, no solo,
por conocer nuestro “pasado” colonial, sino también por atender a la diversidad
de pensamientos y saberes que han existido en este lugar desde mucho antes de
la llegada española.
Los fuertes
choques culturales entre pueblos indígenas y españoles estuvieron acrecentados
por la diferencia radical entre lenguajes, intereses y formas de pensar. Ante
esto, la reacción de los conquistadores fue la de imponer sus propias
estructuras de pensamiento religioso, político, e incluso, ontológico hacia los
indígenas. Recordemos que la colonización trajo consigo una inevitable
producción de la otredad, lo que implica que ante un Yo hay un Otro desde el
cual es posible definirse a contraposición. Así es como aparecen categorías
como: civilizado-salvaje, cristiano-no cristiano, europeo-indígena, entre muchas
otras.
No es raro que en
determinado momento de esta época hayan aparecido preguntas respecto a ese Otro
que estaba siendo negado y utilizado como un medio hacia la riqueza. Así, a
mitad del siglo XVI se desenvuelve una controversia filosófico-teológico-jurídica
que estuvo representada, principalmente, por Fray Bartolomé de las Casas y
Ginés de Sepúlveda. Quienes discutieron en torno a la naturaleza de los
indígenas y a la justificación del dominio de España en América. Ya que, solían
llevarse a cabo guerras violentas en contra de los indígenas, y aunque existían
leyes que protegían su libertad y que los consideraban como personas que debían
salvarse por medio de la doctrina cristiana, solían ser esclavizados y
maltratados.
En la película La Misión hay una escena muy ilustrativa
al respecto: en el que el arzobispo recién llegado a América ve a un niño
guaraní cantar. Por un lado, están los jesuitas que han construido misiones
para proteger y evangelizar a los indígenas, en este caso, a los guaraníes. Y por
el otro, están los funcionarios de las monarquías española y portuguesa. Uno de
ellos, Don Cabeza, dice que los guaraníes son como animales. Mientras tanto, el
Padre Gabriel responde que no es así, que son por naturaleza seres espirituales.
Esta es la misma postura
de Las Casas, quien distingue entre dos cristianismos: uno de las armas y del
poder y otro que llama “genuino”, inclinado hacia la mansedumbre y la suavidad
en el trato del otro (Fernández, 1992). Me parece que la postura que comparten
es la que lleva a la orden jesuita a comprometerse con las misiones.
Estructuradas como comunidades en las que los indígenas son evangelizados de
manera pacífica y protegidos de la esclavitud ilegal. Mientras tanto, Sepúlveda
y Don Cabeza compartirían la misma opinión: que los indígenas son por naturaleza
inferiores a los españoles y cuestionarían sus prácticas culturales
atribuyéndolas como satánicas, como los sacrificios humanos o el “matar” a sus
hijos.
Sin embargo, el cristianismo suave de Las Casas es el que nos permite aproximarnos a la comprensión de estas prácticas sin asumir que son propias de lo barbárico. Y aunque lo fueran, bien dice que no hay modo de justificar la esclavización. En la película se evidencia que los indígenas se ven en la necesidad de huir de esta vida de opresión y violencia. Algo similar a lo que se nos presenta en También la lluvia, donde se está grabando una película sobre la conquista. Vemos escenas de los indígenas huyendo de los españoles que les obligan a buscar oro. Y como consecuencia de esta necesidad de supervivencia, que alegaba también el Padre Gabriel, las mujeres se ven en la encrucijada de tener que ahogar a sus niños para que el llanto no guíe a los conquistadores hacia ellos. Algo que es evidentemente doloroso para ellas, tanto, que deciden no grabar dicha escena.
Volviendo a Las
Casas, si bien me parece que evangelizar con amor y ejemplo es lo más
coherente, quiero resaltar que los jesuitas y las misiones siguen siendo
dispositivos civilizatorios. Aunque rescato su disposición para acercarse a estas
culturas desde la escucha, lo que les posibilita sintonizar con ellas. Lo vemos
en La Misión, cuando el Padre Gabriel
utilizó la música o cuando los sacerdotes aprendían la lengua de los guaraníes.
Esto me lleva a que también existieron otras formas de relacionarse entre
culturas. La historia de Cabeza de vaca
es uno de estos casos, que poco vemos, en los que el conquistador sufre una
reestructuración de su sensibilidad y se integra a la cultura de los
colonizados.
Esta percepción
desconfiada del otro también sucede desde los indígenas hacia los occidentales.
Es lo que sucede al inicio de esta película, cuando tras el naufragio, Cabeza
de Vaca y sus compañeros son esclavizados por los chamanes de la comunidad. No obstante,
es en este intercambio cultural, que el cronista aprende sobre el oficio de
chamán, se sensibiliza para adoptar los saberes y sentires colectivos. Lo que
más me interesa sobre esta película es el valor que se le da a otras formas de
hacer mundo, más allá del pensamiento español cristiano que pretendía dominar y
erradicar aquello distinto. Considero que las narrativas dominantes han
promovido la idea de que, antes de la conquista, los pueblos prehispánicos eran
salvajes e ignorantes. Pero no está de más decir que estos han hecho pensamiento
desde siempre.
No solo hablo de
las mitologías, que, si bien para mí tienen un valor importante en la conformación
de un pueblo, es cierto que fueron asociadas a un modo de vida irracional e
incivilizado. Sino de pensamientos complejos que se expresaban en la estructuración
de los lenguajes. Para mí, un lenguaje o idioma, transmite una cosmovisión y
creo que podemos verlo en las culturas k’iche’, nahua e inca. En el Popol Wuj, la palabra es generadora, es
claridad de la existencia y está en relación a la memoria. La preocupación de
los seres creadores es la de formar gente que los invoque y los recuerde. Pareciera
que el nombrarlos es lo que los mantiene vivos, en tanto se entabla una
relación cercana con ellos.
Además, este documento
es entregado por las denominadas Madres y Padres de la palabra, quienes
escriben la historia porque en la época cristiana ya no se puede ver en ningún
lado. Me parece que este acto está en relación con la palabra como instrumento
de claridad, pues para mí esto quiere decir algo similar a lo que los tlamatini (sabios nahuas) hacían con las
personas: “hacer que en ellos aparezca una cara (una personalidad)”
(León-Portilla, 2006, p. 65). Pues en la memoria sobre los saberes del pueblo
es posible conectar con una sensibilidad distinta a la que impone la
evangelización.
Para los nahuas la
importancia de la palabra se traslada al área filosófica, pues en el lenguaje
náhuatl existía un complejo vocabulario filosófico que problematizaba asuntos
más allá de los mitos. El idioma náhuatl se trataba de estructurar palabras
para comunicar conceptos filosóficos determinados. Los tlamantinime, filósofos nahuas, tenían diversas funciones y
responsabilidades. Aun así, también comunicaban sus ciencias y saberes desde la
poesía en relación a la memoria. En ambos casos vemos que estos saberes son
construidos en comunidad y difieren al castellano en tanto que no es posible
traducir literalmente y siempre responde a una visión del mundo determinada.
A modo de conclusión, quisiera decir que el pasado colonial ya está siempre aquí. Se hace presente en el extractivismo y el despojo que saquea los territorios comunitarios y precariza las vidas de las personas racializadas, empobrecidas, etc., como es el caso de Bolivia y el agua en También la lluvia. Pero ahí donde hay violencia, se resiste. Los pueblos originarios resisten, al igual que sus pensamientos, que, si bien se han perdido o han sufrido transformaciones, siguen aquí. Aunque muchos de sus conocimientos se invisibilizan dentro de nuestro panorama filosófico intelectual, están produciendo algo en el mundo actual. Piensan y proponen otras formas de hacer filosofía que hoy nos conciernen.
Bibliografía
Bollaín, I. (2010). También la
lluvia [Película]. Morena Films.
Colop, S. (2008). Popol Wuj.
Cholsamaj.
Echeverría, N. (1991). Cabeza de
vaca [Película]. American Playhouse.
Fernández, F. (1992). La
controversia entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. Una revisión.
Boletín Americanista, (42-43), 301-347.
Garcilaso, I. (s/a). Comentarios
reales.
Joffé, R. (1986). La misión
[Película]. Warner Bros.
León-Portilla, M. (2006). Capítulo I: Existencia histórica de un saber
filosófico entre los nahuas, En La
filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. Universidad Autónoma de México.
(pp. 55-74)
Excelente recorrido reflexivo de las modalidades de producción de otredad y en la colonia, y en meno medida, en la actualidad. Me pregunto qué anima, y cómo, a los portadores-propagadores del "evangelio genuino" lascasiano, para lo que los dispositivos "civilizatorios" (música, hacienda) son más bien instrumentales. ¿De qué?, ¿para qué?
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