Trabajo, Conocimiento y Activismo: Desafíos Contemporáneos en América Latina

Quisiera comenzar contando una anécdota corta antes de reflexionar sobre las temáticas y problemáticas discutidas en el curso. Habrá sido en el año 2018 que tuve un viaje familiar a Panajachel y caminaba por la calle del Río, aquella donde hay un montón de ventas de cachivaches artesanales y ropa barata. Tal vez, me equivoqué del nombre de la calle, pero considero que cualquier persona que haya conocido Pana sabe a qué lugar me refiero. En una de esas tiendas se vendían sombreros de mimbre y una mujer indígena junto con sus niños atendían el local. De pronto, unos gringos que pasaban lanzaron un imperativo con un español masticado a los niños que jugueteaban: «Colóquense los sombreros y tomaremos una fotografía». Los niños obedecieron, los gringos tomaron la foto y luego se marcharon. La madre no dijo nada. Mi padre me susurró: «Eso es ilegal, pero bueno, esto es Guate».


Aquella experiencia me deja un pésimo sabor de boca cuando la recuerdo. Pareciera que los nativos para los extranjeros fuesen como animales de zoológico. Ese trato como objetos exóticos en lugar de seres humanos con dignidad y autonomía. Y me deja cuestionando si la historia de explotación sigue vigente o no. Y otra cosa, no olvidemos que aquello fue un imperativo. El consentimiento por los aires. No tuvieron ni la molestia de consultarlo respetuosamente con la madre de las criaturas.


Dejando lo anterior claro, quisiera rescatar tres puntos que, a mi juicio, son los dilemas que más me han llamado la atención. ¿Esto quiere decir que otras ideas discutidas tienen mayor o menor relevancia? Claro que no. Simplemente es lo que a mí más me ha movido. Una decisión totalmente subjetiva por usar un término.


En primer lugar, quisiera hacer una reflexión sobre la explotación laboral indígena. Esta explotación se manifiesta en varios sectores económicos como la agricultura, la construcción, el turismo, el trabajo doméstico, entre otros. Es evidente que los empleadores, entre menos paguen a sus empleados, mejor es el negocio y debido a esto se aprovechan de la situación de vulnerabilidad de los indígenas para obtener mano de obra barata y maximizar así sus ganancias. Posiblemente, una de las causas principales de este fenómeno sea la marginalización en el acceso a oportunidades educativas (seguido luego de económicas), lo que genera una posición de vulnerabilidad por ignorancia ante el mercado laboral.


Sumando a lo anterior, esta misma marginación termina empujando a estas comunidades a tomar trabajos con condiciones laborales abusivas que no respeten los derechos del trabajador. De ahí que los peores salarios y los trabajos sucios los posean en su mayoría el pueblo indígena. No solo eso, también trabajos con jornadas laborales más largas y con mayor exposición a riesgos para la salud, como las fumigaciones.


El mejor ejemplo de esta temática lo encontramos en «También la lluvia»: cuando Costa habla en inglés con el financiador de su película y Daniel escucha toda la conversación. Lo que sucede es que ya tenemos por hecho que a los indígenas se les puede pagar barato. Son nuestra mano de obra por defecto y deberían estar agradecidos que se les pague aquella miseria de pago.


El problema no está en el tipo de trabajo que se realiza, sino en tener la idea de que haya una clasificación de estos para indígenas y otra para mestizos. Esto tiene raíz desde la época colonial. Los indígenas hacían y siguen haciendo el trabajo que nadie más quiere hacer: construcción, agricultura, recolección de basura. Claro que ahora por ley el trabajo debe ser remunerado, pero ¿es realmente un salario digno el que reciben? Bien podría decirse que el trabajo de bestias es de bestias, y como estas no tienen manos sino pezuñas, los trabajos arduos recaen en los seres no humanizados.


En segundo lugar, quisiera reflexionar acerca de la validación académica hacia los distintos tipos de pensamientos no europeos. Epistemológicamente no debería importar el método que utilicemos para conocer con tal que podamos llegar al conocimiento. No obstante, pareciera que esta pluralidad de saberes vuelve a quedar marginada (y a veces hasta expulsada). Si un conocimiento no entra entre los paradigmas europeos, la academia lo ignora. Por ello, es muy interesante reconocer la labor de Miguel León-Portillo en su obra «La Filosofía Náhuatl» debido a que en un intento de amalgamar las ideas náhuatl con la filosofía europea para que la primera tenga una valorización dentro del ámbito académico.


Claro está que León-Portillo hace un valioso esfuerzo por romper con la hegemonía eurocéntrica en el ámbito académico y reconocer la riqueza y profundidad de los saberes indígenas. Sin embargo, este es solo un primer paso hacia una mayor inclusión y valoración de los pensamientos no europeos dentro de la academia. Si analizamos los pensums académicos disponibles en nuestro país, ¿cuántos cursos se imparten que posean un pilar epistemológico fuera del canon europeo? En mi experiencia solo he visto un caso: medicina natural en la Licenciatura de Medicina de la URL. ¡Es más! En esta carrera, para graduarnos, se exige que se cumpla con un nivel de inglés mínimo. ¿Por qué no se nos exige que aprendamos Kaqchilel, si estamos acá y no allá?


Hecho el esfuerzo por encontrar una forma de reconocer la legitimidad intrínseca de los conocimientos producidos por las comunidades mayas, mas, lo único que aparece es ese cliché de «abrir espacios para otras voces». Ahora bien, ¿cómo hacer para que el resto de la población se interese por ellas y se maraville ante la episteme no griega? Eso no lo he logrado responder.


Finalmente, quisiera hablar acerca de mi problema con los movimientos antirracistas contemporáneos. Últimamente pareciera que decir que uno no es racista está de moda. No es de sorprender ver pegatinas en los baúles de los carros con mensajes tipo: «Stop racism», «I don’t see color» o parecidos. Claro, esta lucha antirracista ha tenido mayor impacto con las comunidades afrodescendientes en Estados Unidos. Y como buenos latinoamericanos que somos, nos encanta apropiarnos de las luchas ajenas y hacerlas nuestras. Debido a ello, es entendible que haya varios movimientos antirracistas o «a favor de los derechos indígenas» como lo hemos traducido de los americanos ya que nuestra población negra no es, en magnitud demográfica, tan representativa como la población indígena.


Ahora bien, el problema no radica en quién copiamos la idea ni tampoco en la idea misma. Por supuesto, que es más onírico y deseable vivir en una sociedad sin racismo. El problema radica en que la gente toma una posición política ante esta realidad y no participa activamente en una solución. ¿De qué nos sirve leer la historia y todas sus implicaciones si su fin será exclusivamente el almacenamiento neuronal? Esto es un grave error.


¿Y qué hacemos con toda esta información guardada? Compadecernos de nosotros mismos con un: «yo no soy racista y eso me hace una buena persona». Autocomplacernos con esa falsa sensación de supremacía moral. Ahí está mi problema.


Considero que es bueno que existan estos movimientos e ideologías antirracistas. También lo es informarse acerca de la historia y voltear a ver el lado sucio y caótico de nuestra realidad. Sin embargo, si no se toma una acción ante tales injusticias, realmente, ¿de qué sirve? Ahí radica mi aprecio hacia Bartolomé de las Casas, que a diferencia de la mayoría de antirracistas, él sí hizo algo al respecto. Denunció las injusticias y los abusos cometidos contra los indígenas por parte de los colonizadores españoles, abogó por la abolición de la esclavitud indígena, participó en debates y discusiones con otros colonizadores y autoridades eclesiásticas y civiles, intentando persuadirlos de la necesidad de tratar a los indígenas con justicia y humanidad. (Cabe resaltar que el problema del racismo como tal no es un tema de él, más bien él defendía la humanidad de los indígenas.) Y en mi opinión, frecuentemente, considero que en la Universidad pecamos del mismo mal. Nos sentamos a hablar del racismo y lo feo que es y todas las anécdotas despreciables que hemos oído o experimentado. Sin embargo, si no tomamos una acción, ¿de qué sirve estudiar todo esto?

 

Comentarios

  1. Muy buenas reflexiones actuales derivadas del asomo histórico del curso. El pasado no queda atrás, sino que se sigue viviendo, actualizando estructuras, mentalidades y prácticas que siempre habrá que cuestionar y no solo cuestionar, como indicás al final.

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