La raza como justificación del "subdesarrollo" en el pensamiento latinoamericano del siglo XIX
El siglo XIX es un periodo de independencia y emancipación en la región. Y son movimientos sumamente curiosos que inician en el siglo XVIII con la revolución de Haití. Esta revolución, la única en latinoamérica en materia de independencia, tuvo éxito en su momento (pues logran independizarse), pero le costó caro a Haití tiempo después, aunque ese es otro tema. A partir de este levantamiento empiezan a nacer los movimientos independentistas en la región, aunque no precisamente como levantamientos revolucionarios. Al darse cuenta esto, las élites criollas que había en el país deciden que van a independizarse también por querer evitar cualquier levantamiento violento; pero es eso: la decisión de una élite. En el acta de independencia incluso ponen algo como que van a hacerlo antes de que el pueblo se levante. Se independizan para emanciparse sin perder su condición de poderosos: en Guatemala no hubo una lucha por la independencia, sino más bien una institución de Estado sin nación.
Política, social y hasta económicamente esto tiene repercusiones, evidentemente. No hay un cambio de sistema, por ejemplo, y tampoco un desarrollo social ni económico por la explotación que implica el que haya una casi neoburguesía en el poder. Esto es algo que Mariátegui retoma en el siglo XX (y a Mariátegui lo retomaré yo más adelante en este texto). Pero ninguno de estos síntomas se le atribuyen –ni aquí, ni en ningún lado de latinoamérica– a este sistema colonial emancipado. Por el contrario, se lo comienzan a atribuir a la raza, pero no problematizando la concepción de raza, sino diciendo que la culpa la tiene el indio. Y los planteamientos son bastante cuestionables. Cómo puede el indio mejorar; o, en esencia, cómo puede el indio dejar de ser indio; o por qué el indio debería dejar de ser indio, etc… Las consideraciones son absurdas a mi parecer. Vasconcelos, por ejemplo, plantea un criterio estético a tomar en consideración, lo cuál, además de ser universalizante, no deja de ser racista (incluso cuando él no pretende serlo necesariamente) y vuelve a esta cuestión de pensar que viviremos en armonía cuando haya una raza cósmica, porque esta implica la desaparición de las razas inferiores. Y no es un mestizaje reivindicativo el que propone, sino más bien un mestizaje casi como el de los sistemas de castas.
Por otro lado, pero siempre bajo la sombra del racismo, Batres Jaurégui se interesa por dar una explicación a la realidad de los indios haciendo un recorrido por su historia desde la conquista hasta la actualidad. Bastante audaz. Tiene el atrevimiento de hablar sobre una historia que no es la suya y, además, de una manera sumamente desvalorizante. No solo los llama incivilizados, sino también ignorantes y casi que cortos de mente. Y lo que es más cuestionable de las ideas de Jaurégui es que no se detiene a pensar en que ese ciclo es sistemático y no culpa del indio. Él, por ejemplo, habla de cómo los indios son unos adictos al trabajo por una falta de estímulo crónica de la que son víctimas. Y habla sobre las barreras del lenguaje, que no son necesariamente mentira; las limitaciones que existen respecto a la educación muchas veces están relacionadas a que los indígenas tienen que adoptar otro idioma que no es el suyo para poder adquirir conocimiento, pero es una limitación sistemática, no voluntaria. Jaurégui tiene un tono paternalista en su texto, y piensa también desde un liberalismo de conveniencia: piensa en el progreso pero para quién.
Esta idea es retomada por Mariátegui en el siglo XX. Pensar en el para quién. Ciertamente es retomada para proponer una reivindicación económica y política socialista, haciendo una revisión histórica de los problemas de la colonia, la independencia y la república. Para Mariátegui, el problema de la raza es un problema meramente económico. Condena el régimen liberal de las naciones que es individualista, lo cuál tiene repercusión en cómo se hacen las leyes, aunque el problema no sea jurídico. La solución es la liquidación de la gran propiedad agraria y la aniquilación de la feudalidad. A mi la idea de la tierra y reforma agraria me llama mucho la atención, especialmente porque es un fenómeno que se da en toda la región. La tierra siempre ha sido un tema central en latinoamérica, desde el popol wuj; y no necesariamente por las mismas razones, pues el interés por ella tiene varios puntos de inflexión a lo largo de la historia, pero siempre está presente. No es de extrañar que estuviera presente en ese momento y que, incluso ahora (aunque con otros matices) esté también presente. Es difícil estar en desacuerdo con Mariátegui, pero este texto no está escrito partiendo de sus ideas, y solo hago mención de él porque me parece interesante el giro que se le da al problema de la raza, y lo fresco que aún se siente.
El tema, pues, con los pensadores del siglo XIX es que también parecen todavía estar vigentes en nuestro pensamiento, incluso más de un siglo después. ¿Quién de nosotros no ha escuchado decir que hay que “mejorar la raza”? ¿O que los indios son unos huevones y/o resentidos? Me parece que hay dejos de este pensar en la raza cósmica; o en que la historia ha hecho a los indígenas incapaces de otra cosa más que de trabajar, condenándolos a ser unos borrachos ignorantes que, siguiendo la línea de la raza cósmica, van a desaparecer, pues nada bueno puede ser adquirido de ellos. Eso es Vasconcelos. Eso es Jaurégui. Pueden estar muy equivocados, pero no por ello dejaron de influir en el pensamiento hasta llegar al pensamiento actual. El racismo es sistemático y está enraizado en nuestra manera de pensar, escudándose en el conservadurismo disfrazado de liberalismo, y que espanta cualquier concepción de ideas similares a las de Mariátegui, por ejemplo. Yo no estoy muy convencido de que el racismo sea un problema económico puramente. Y no quise volverlo un texto decolonial hablando sobre cómo tenemos esta idea de desarrollo basada en occidente y cómo estamos constantemente tratando de caber en el inaccesible molde eurocéntrico a pesar de que Europa constantemente nos lo imposibilita… porque, bueno, ese es tema para otro texto.
Muy buen esfuerzo articulador de los pensamientos racistas del siglo XIX aún parcialmente vigentes hoy en día. Además es un texto, no solo legible, sino disfrutable en su estilo cuasiconversacional, sin mucho aspaviento.
ResponderEliminarUn par de precisiones menores: 1) Decís que la propuesta de Vasconcelos implica la desaparición de las razas inferiores. Haciendo a un lado el punto de que, en realidad, todas las razas desaparecen como tales porque se funden en una, superior, inmediatamente caracterizás la propuesta como un sistema de castas. Pero en este no hay desaparición de distinciones; al contrario, se marcan y remarcan las distinciones y se asignan privilegios, tareas y discriminaciones de acuerdo con ellas. 2) Escribís respecto de Batres Jáuregui que este "habla de cómo los indios son unos adictos al trabajo"... ¿Querrías decir que huyen al trabajo? Más abajo mencionas el crónico prejuicio acerca de la pereza u holgazanería de los indios, típico pretexto de clases explotadoras...
Una cuestión central, que localizás correctamente, a propósito de tu discusión de Mariátegui, es la importancia del tema de la tierra. Decís que sigue presente "aunque con otros matices". Valdría la pena reflexionar más en ello y desarrollarlo. Es cierto, la disputa por los territorios, sobre todo los que acogen recursos naturales explotables, podría ser el nombre actual de esa problemática.