Sistema de opresión y des-humanización mecánica
Como sociedad, como humanos, tenemos arraigada una idea errónea
de comparación. Medimos a todos con una misma vara y designamos su posición en
una imaginaria lista de importancia. Toda esta concepción de superioridad tiene
su origen en una superioridad bélica que a su vez nace de la supervivencia.
Desde la ubicación geográfica, disponibilidad de alimentos,
civilizaciones colindantes, retos de la naturaleza, propiedades de los suelos,
incluso las religiones profesadas; todo esto (y seguramente más factores
ocultos) describe un conjunto de condiciones que hace miles de años
desencadenaron una serie de eventos que resultó, y sigue resultando, en un
sistema mundial basado en la represión y opresión de grandes grupos de
personas.
Los procesos de conquista y globalización que acontecieron
en los últimos siglos han perpetuado la idea racista de que existe una raza
superior, más apta y capaz para casi cualquier cosa. Sin embargo, es más que
evidente que toda esa farsa está cimentada en años y años de la misma represión
y lavado de cerebro.
Se le hace creer a las poblaciones que su lugar es exclusivamente
el de la servidumbre, una posición perpetuamente inferior por razones tautológicas
(a ojos de quienes se ven involucrados en estas situaciones). Sin ir más lejos,
aquí en Latinoamérica, y más específicamente en Guatemala, se tiene la costumbre
de calificar al indígena como “holgazán”, “borracho” e “ignorante”; la
constante repetición de esos términos termina arraigando esa idea en las cabezas,
no solo de aquellos que se creen superiores, sino termina incluso volviéndose una
creencia incuestionable en la mente de las mismas personas que están siendo
denigradas.
Casos como este existen en todo el planeta y en toda la
historia. Lo mencionamos en la discusión “da la casualidad que los dominados siempre
son perezosos, borrachos e ignorantes”. Y no es algo exclusivo de Latinoamérica
en este punto. Millones de personas, en países pobres y subdesarrollados se ven
obligados a trabajar y sobrevivir en condiciones infrahumanas; incapaces de
levantar la voz y luchar por sus derechos gracias a un sistema diseñado para
descartarlos y desecharlos como basura al mínimo inconveniente.
Ideas muy similares son las que aborda José Carlos Mariátegui:
él sostiene que la marginalización que sufren los pueblos indígenas es el resultado
de un sistema económico-social injusto y corrupto. Mariátegui reconoce a la
población indígena, no como masas y pueblo incapaz de actuar por su cuenta,
sino como agentes de lucha y cambio en la sociedad.
El pensamiento de Mariátegui a trascendido hasta alcanzar
la actualidad, se ha reconocido dentro de la sociedad las capacidades de los pueblos
indígenas para actuar en favor de sus intereses y necesidades. Recientemente tuvimos
en Guatemala el paro nacional apoyado y movilizado en gran parte por los 48
cantones de Totonicapán, un movimiento que evidencia la capacidad de organización,
lucha y visión que los pueblos indígenas poseen. Estos movimientos
sociopolíticos dan una pauta y abren camino para generar cambios a mayor
escala, cambios que permitan crear una sociedad más justa e integrada para toda
la población.
Cabe recalcar, sin embargo, que la creación de una sociedad
de ese tipo es un camino que fácilmente podría desviarse hacia una perspectiva
patriotista/nacionalista. Se vuelve una delgada y complicada línea que navegar
el buscar una justicia social completa sin distraerse de la lucha completa
contra el sistema mundial.
La globalización e interconexión global ha dado paso a esta
sociedad mundial manipulada por los más privilegiados. Las cuestiones sociales
no solo se remontan a una pequeña comunidad que lucha por sus derechos de
tierra o recursos, miles de comunidades sufren luchas similares alrededor de
todo el mundo. Al pensamiento de Mariátegui es preciso darle esta nueva dimensionalidad
mundial, ampliarlo a una visión que englobe a todos los oprimidos alrededor del
mundo.
El sistema está diseñado para mantener a la población
contenta con poco y distraída con problemas menores. Problemas que tardan tanto
en resolverse que desgraciadamente, en el gran orden de las cosas no logran
mayor cosa en comparación a las desigualdades que se siguen creando en la sociedad
a nivel económico, social y político. Las ideas de raza, clases sociales y
superioridad ralentizan el proceso de lucha al crear divisiones entre los
grupos marginados, creando una máquina de odio perpetuo que logra mantener a
raya a la población, evitando que se actúe a una escala significativa generadora
de verdaderos cambios en el sistema y el trato que reciben las personas dentro
del mismo.
Es un trabajo aruduo, sin lugar a dudas, un trabajo que
seguramente toma tiempo y requiere de constante cuestionamiento y
deconstrucción por parte de todos y cada uno de nosotros los involucrados.
El título habla de un "sistema de opresión y deshumanización mecánica", pero se centra en la denuncia de la discirminación, sin descripción concreta de la "deshumanización mecánica". La opresión es más aludida que explicitada. No ayuda el inicio desde una perspectiva de especie humana, sin responsabilización directa a la civilización que por los últimos 500 y pico de años ha sido la que ha llevado la batuta de gran parte de los males sociales globables y regionales. Traer a colación a Mariátegui podría haber abierto la puerta a una discusión sobre el capitalismo deshumanizador, pero apenas se señala que hay que complementar su pensamiento, sobre todo en la línea de la agencia propia de quienes han sufrido la opresión.
ResponderEliminarNo logro imaginar las "razones tautológicas" que han dado lugar a "una posición perpetuamente inferior" de diversos grupos humanos. ¿Qué querrás decir con "tautológico"?