CONSTRUCCIONES HUMANAS

 El rechazo hacia las personas ocurre (y ha ocurrido) en todas partes, en todos los sitios y en todos los tiempos de la humanidad. Hay aspectos que (como sociedad) decidimos hacer y dejar de hacer. Y eso se preserva al haber tomado dicha decisión. O no. Igual y sí somos una continuación de nuestros antepasados, y no necesariamente relacionado con continuación a favor de una cultura en sí (aunque también podría ser), sino continuidad en elecciones (positivas y negativas); les seguimos a los que estaban antes, pero no son nuestros antecesores un apéndice de nosotros, ni ellos lo eran de los que estaban antes (y así infinitamente), y por eso tenemos la capacidad de aceptar, rechazar o cuestionar lo que nos presentan. Nosotros preparamos el terreno  y el mundo a los que vienen, a las siguientes generaciones, a los que están creciendo pero aún no toman decisiones. De la misma manera que nuestros abuelos y abuelas prepararon este terreno para nosotros y nos enseñaron a tratar a las personas. O de la misma manera en que no lo hicieron. Y por eso el rechazo continúa en nuestra historia. Es curioso que el rechazo haya permanecido hacia grupos determinados. Hacia grupos “vulnerables“, que en realidad hemos (de nuevo, como sociedad) hecho nosotros vulnerables. ¿Por qué serían vulnerables si no? Un grupo no es vulnerable de por sí. O al menos no en un contexto sobre de dónde provienen o sobre la cultura. En ese caso, todos los grupos deberíamos ser igual de vulnerables y/o igual de no vulnerables.  Y al no ser así esto, no hay que regresar en el tiempo para verlo, basta con salir a las calles y ver cómo se tratan los unos a los otros. Sí importa cuándo, dónde y por qué origina todo, pero solo entenderlo no es suficiente. Hecho está. Pero podemos elegir dejar muchas construcciones humanas atrás que nos siguen aprisionando. Podemos dejar de darle estatus sociales a las cosas. Dejar de darles poder que solo nos consume.  Dejar de exaltar a los blancos, dejar de aspirar a convertirse en uno por ese poder dado. Dejar de ver hacia abajo a las personas. Dejar de remarcar la otredad (todos somos parte de una “otredad” para alguien más). Aprender a coexistir. Dejar de exaltar marcas/empresas que tienen sangre en sus manos. Dejar de ver hacia el otro lado. Dejar de reproducir el colonialismo. Dejar de ver a las personas como herramientas, como brazos para trabajar un proyecto propio sin tomar en cuenta el pago, dejar de ver al resto como maquinaria, como metal frío sin necesidades humanas, como mano de obra. Dejar de ignorar los intereses de la población. Dejar de creer que blanco significa bueno a la fuerza. Dejar de creer que diferente significa malo, no significa una amenaza. Dejar de creer que indígena significa una vestimenta o un baile, dejar de creer que no pueden ser nada más, o que no pueden hacer nada más. Dejar de imaginar que un tono de piel tiene implícito todo, aceptar que es una imaginación (una construcción). Dejar atrás la idea de negritud. Una construcción más. No encasillar a nadie. Dejar de fetichizar. Dejar crecer. Dejar de lado los títulos y las etiquetas, dejar de buscar definir a alguien más. Solo se puede definir a uno mismo. Y a veces ni eso es posible, pero nunca nos va a corresponder definir a alguien más. Podemos entenderlo, quizás, a lo lejos, e incluso podemos apreciarlo, podemos "abrazar las diferencias". Pero nunca enjaular algo (o a alguien) de una manera esencialista sin dejar espacio a que cambie a lo largo del tiempo. Ni tampoco somos quiénes para decidir quién es o no es un “indio auténtico”, ni exigirle a los indígenas llenar todas las expectativas que tenemos de ellos. Dejar de pedirles que sean lo que “queremos” que sean. Son expectativas que no deberíamos de tener (sobre nadie), o mínimo, al ya tenerlas, son expectativas que deberíamos rechazar y dejar atrás. Es otra construcción humana. Hay que dejar las construcciones humanas atrás.


Comentarios

  1. Muy buen esfuerzo, digamos "digestivo" de las posiciones revisadas en la última unidad. Tiene sabor a manifiesto. La conclusión es un tanto sorpresiva y quizá contradictoria: ¿la igualdad y el respeto a las diferencias no son también construcciones humanas? Si fueran naturales, se sostendrían y prevalecerías solas, ¿no?, sin necesidad de exhortación alguna...

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