¿Debe el indio dejar de serlo?

  Severo Martínez Peláez, pensador guatemalteco y profesor universitario de mediados del siglo XX, plantea una de las críticas más feroces al estado neo medieval guatemalteco y su ethos con la población indígena. «La patria del criollo», ensayo fundamental para comprender la historia de Guatemala, su funcionamiento y la condición del «indio», ya no cómo algo meramente étnico, sino, como la condición generalizada del proletariado guatemalteco campesino.

    La cuestión que nos atañe está descrita minuciosamente en el apartado «Sobre la cultura del indio». Martínez expresa que, en el curso de la Historia total de la Humanidad, los indios están destinados a ser proletarizados y abandonar los lazos que los tienen maniatados a los sistemas de producción colonial, además de las estructuras de poder que en el estado guatemalteco procuran que estas condiciones no experimenten cambio alguno. 

    Por lo que debemos preguntarnos seriamente: ¿debe el indio dejar de serlo? Es una cuestión poco comprensible desde los postulados que actualmente se utilizan en el mundillo académico, tan impregnado de las ideas decoloniales y poshumanas, pero, el análisis de las ideas de Martínez debe ser comprendido desde las dialécticas marxistas sobre el poder y la condición del indio como una condición socioeconómica, no dentro de la lógica de los debates sobre la etnia y la cultura, per se. 

    En el presente trabajo procuraremos responder por qué es necesario comprender la condición del indio, y problematizar si debe abandonar su propia cultura para provocar un rompimiento del ethos en base al cual el estado ha regido las relaciones de este grupo con sus connacionales, además del evidente llamado revolucionario del autor para con sus lectores y las clases enajenadas del país. 

¿Qué es el indio?

 

Según Martínez (2021): «fue un resultado histórico de la opresión colonial: la opresión hizo al indio (pág. 582), pero, con mayor claridad histórica, podemos decir que es una categoría necesaria para autoafirmar la supremacía de los no-indios por sobre los que son, una creación de otredad «necesaria». Pero ¿es el indio una categoría exclusiva del problema socioeconómico de la sociedad guatemalteca?

Para el autor del ensayo, el indio no comprende más allá de eso. Su dimensión sociocultural es una consecuencia directa de la colonización, además de que la cultura que consideramos «autóctona», no es más que la implantación de las costumbres castellanas en las fibras más sensibles de los pueblos originarios. Al respecto de esto, nos dice Martínez (2021): «La explotación colonial fue la modeladora de la cultura colonial; tanto la de explotadores como la de los explotados, pero más la de estos últimos por hallarse mediatizados y aislados de cualquier influencia que pudiera tener un efecto liberador.» (págs. 585-586).

Sistemáticamente, pudiéramos decir del indio que es la mera expresión del sistema colonial que aun vivimos en Guatemala, pues, es innegable que su importancia dentro de la idiosincrasia guatemalteca nos hace segregar aún más el fragmentado país en que vivimos. Pero, hablando en términos marxistas, como lo requiere el ensayo que estamos analizando, pudiéramos decir que corresponde a aquel que no es el poseedor de los medios de producción en la frágil república guatemalteca, más parecida a un feudo medieval que a los modelos económicos capitalistas de los países sudamericanos.

 

«Desindificar» al indio…

 

Martínez mantiene una posición un poco contradictoria a la luz de nuestros días; es curioso que apele a la libertad de los pueblos indígenas por medio de la destrucción de la cultura que han asimilado y que hoy en día abrazan como propia. Una de las principales fuentes de identidad de los pueblos son sus idiomas, al respecto de lo cual, nos dice Martínez (2021): «La diversidad de lenguas mantenía divididos a los indios entre sí, fomentaba localismos, entorpecía la compactación de su conciencia de clase, y favorecía, por añadidura, el propósito colonial de evitar su libre desplazamiento de unos pueblos a otros.» (pág. 588).

Podemos observar que el autor, como buen hijo de su tiempo, no reconoce la diversidad de identidades dentro de los pueblos originarios guatemaltecos, pues, apela a que eran una indisoluble nación (en toda la comprensión occidental de la palabra), que se veía imbuida por una civilización más desarrollada; una civilización que sólo buscaba negar al otro. Si bien es cierto de que contaban con tecnología que les privilegió en la lucha contra los nativos americanos, no quiere decir que fueran superiores, ni ellos, ni su cultura.

Por lo que el autor, propone, en una de las mayores irresponsabilidades histórico-sociales que puede contener el ensayo de interpretación de la realidad guatemalteca por excelencia, que los indios deberían dejar su propia forma de vida para abrazar formas más civilizadas, idiomas más compactos, no 20 idiomas estrechos y de escasa difusión, o formas tan anticuadas como la cofradía, o, el temascal para curar sus dolencias. (Martínez, 2021, págs. 599, 608).

 

Lecturas contemporáneas del planteamiento de Severo Martínez Peláez

 

Bien podemos decir muchas cosas, enumerar las imprecisiones históricas, las negaciones de la cultura del «indio», negar que sus propias formas de vida pueden llegar a formar parte de la sociedad, «supuestamente», modernizada de Guatemala; entre otras muchas cosas, pero quisiera hacer énfasis en una cuestión fundamental del apartado acerca de la cultura del indio: la negación intrínseca que hace el autor del otro. Sí, del que debiera ser su compañero de lucha por la revolución, el que sabemos es la fuerza bruta de trabajo: El indio.

Me parece que esta interpretación de la realidad colonial tiene varios aspectos que son rescatables, entre ellos que la sectorización de los pueblos indígenas se acentúa con el proceso colonial y la diferenciación de sus identidades, esto, expresado como tal, desde la interpretación de la realidad en cada pueblo. Un ejemplo claro de estas diferencias son el Popol Wuj y El Memorial de Sololá, que contienen diversas similitudes, pero sus mitos son distintos desde su disposición misma.

Difiero de la posición de Martínez acerca de que el indio es un mero accidente colonial, y que su cultura es muy pobre, además de carente de todo deseo de superación olvidada en la melancolía, que, en el inconsciente popular, produjo la colonia. Considero que esta doble negación, hasta cierto punto de la misma humanidad del indio colonizado, no permite que se abran debates acerca de la pertinencia de estas manifestaciones culturales sincréticas; que, a diferencia de lo planteado por el autor, es la memoria misma de estas comunidades de resistencia formadas en los undercommons[1].

También quisiera recalcar que el texto, a pesar de ser de los años 1970, es sumamente consciente de las condiciones intrínsecas de, huelga la redundancia, la condición del indio en Guatemala. Es importante comprender que esta no es un querer no querer dejar de ser indio, pues no son cuestiones que competan a los indios, sino a los que los han mantenido oprimidos a lo largo de los siglos.

Podemos decir, que el indio, pese a que no puede dejar de serlo, tampoco debería, pues, en base a su propia identidad, ha formado comunidades de resistencia a los aparatos de represión que hemos heredado de la colonia. Por lo que afirmo categóricamente, que el indio no debe abandonar su cultura, sino, introducirla en las capas más sensibles de la realidad y proveer desde ella redes en las que pueda apropiarse de lo que es de ellos, los medios de producción y la economía de un país con forma de finca anclado al medioevo castellano.

 

Bibliografía

Martínez, S. (2021). La patria del criollo. Guatemala: Fondo de Cultura Económica .



[1] Abajocomunes: concepto formado por Moten para referirse a comunidades que estaban afuera de los límites de lo normal, y que producían sus propias redes de resistencia desde la otredad que les había impuesto el sistema.

Comentarios

  1. Buen texto crítico a algunas de las ideas principales de Severo Martínez respecto de lo que ha significado ser indígena en Guatemala, por lo menos hasta los años 60. Habría que reevaluar aquellas ideas, aparte de lo que toca a lo eminentemente cultural, a la luz de los cambios socioeconómicos que se han dado en los últimos 50 años. Como quiera que sea, tanto hasta la mitad del siglo XX como después, no sé qué tan exacta sea la descripción corriente del sistema sociopolítico prevaleciente como "feudal". Digo, aparte de su efectismo retórico.

    Una nota menor. No conozco el concepto de los "abajocomunes", pero por tu breve caracterización me da la impesión que a quienes mejor se aplicaría algo así en nuestra historia es a los ladinos. En el mismo libro, Martínez describe cómo estos quedaron fuera del sistema segregado de los "pueblos de indios" y los "pueblos de españoles" instaurado en la colonia. Constituyeron una población "flotante" que poco a poco fue creciendo y creciendo hasta componer una parte importante del perfil demográfico nacional. Para mediados del siglo XIX sus élites eran ciertamente las hegemónicas, pero eso ya fue otra historia.

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